El líquido refrigerante o anticongelante, es un combinado de productos químicos que fluye por el sistema de refrigeración del vehículo con el objetivo de disipar el calor producido por del motor para mantenerlo a una temperatura ideal de funcionamiento que es alrededor de los 90⁰C.
Cuando el sistema de refrigeración funciona correctamente y con el nivel y calidad de líquido recomendado, este no alcanzará el punto de ebullición cuando las temperaturas sean altas.
Por otro lado, su propiedad anticongelante evita que el líquido se solidifique a bajas temperaturas. Además, este compuesto también es el responsable de proteger los elementos del vehículo de la corrosión, evitar la aparición de formaciones calcáreas y evitar la temida cavitación.
El agua fue el primer líquido utilizado en motores refrigerados; era necesario encontrar una solución para evitar su congelación. El primer aditivo anticongelante añadido al agua con ese fin fue el alcohol metílico.
A pesar de que la mezcla tenía una temperatura de congelación menor que el agua, se dejó de utilizar ya que producía una corrosión excesiva y se evaporaba con gran facilidad debido a que se utilizaban sistemas automotrices abiertos.
En 1959, el químico Adolphe Würtz desarrolló el etileno de glicol. Al principio, no gozó de una gran popularidad, pero en la Primera Guerra Mundial sirvió como base para el desarrollo del anticongelante que se utilizaría en tanques y aviones de guerra.
Aunque la formulación del líquido refrigerante puede variar en función del país y de las condiciones climáticas, la composición básica de la mezcla es la siguiente:
Actualmente, el líquido refrigerante más utilizado es el compuesto por un 50% de agua desmineralizada. Esta formulación permite soportar temperaturas extremas que varían desde -37⁰C hasta los 108⁰C. En función de las sustancias utilizadas para su elaboración, el combinado puede ser del tipo orgánico, inorgánico o híbrido conocido como OAT (Organic Acid Technology)
Generalmente, los usuarios solicitan un anticongelante de un color determinado, asociando dicho color a una calidad del compuesto. Esta idea tan extendida es errónea. El líquido refrigerante, en su tono natural, es transparente como el agua y la realidad es que los fabricantes añaden colorantes a sus compuestos con el fin de identificarlos con su marca, como técnica comercial o para diferenciarlos entre sus mismos productos.
El color llamativo de este líquido aporta una ayuda fundamental para facilitar la identificación de fugas en los circuitos.
Las recomendaciones de los fabricantes con respecto a la supervisión y la sustitución varían según las características de cada vehículo, aunque se suele aconsejar sustituirlo en cada revisión rutinaria (generalmente cada 40.000 ó 60.000 kilómetros, o cada dos años).
Conviene revisarlo constantemente. Asimismo, hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones: